A pesar de su nombre en latín (Prunus persica), el melocotón no procede de Persia, sino de China central, cuyo cultivo se remonta a más de 3.000 años atrás.

Según varias historias, se cuenta que esta fruta llegó a Persia sobre el 33 a.C. gracias a los soldados de Alejandro Magno, pero también que llegó a través de rutas comerciales que venían desde oriente. Sea como sea, el caso es que al principio, tanto los griegos como los romanos, dos pueblos que cultivaron en abundancia el melocotonero, lo llamaban fruta pérsica.

En el caso de los romanos, su denominación concreta era «malum persicum», y de ese apellido ha derivado el nombre de esta fruta en varias lenguas como: «pêssego» en portugués, «préssec» en catalán, «pesca» en italiano, «piersici» en rumano o «pêche» en francés. En castellano encontramos la palabra «albérchigo» que sigue usándose en algunas provincias andaluzas y cuyo origen está en el árabe.

No podemos olvidar por otro lado que en muchos países sudamericanos se les conoce como «duraznos». Es posible que esto se deba a la existencia de un grupo de variedades con carne mucho más dura y maduración más tardía.

Entonces… ¿de dónde viene la palabra «melocotón»?

Según nos cuenta la RAE, esta palabra proviene del latín «malum cotonium», o el «membrillo» para los romanos, puesto que éstos utilizaban el tronco de esta especie para injertar las distintas variedades de melocotonero.

Durante la Edad Media se extendió su cultivo por toda Europa, y los españoles los llevamos a América donde algunos de sus descendientes todavía permanecen allí. Aunque durante el siglo XIX ya había cultivos importantes de esta fruta, no será hasta principios del XX cuando se inicia la hibridación y selección de variedades a partir de las semillas que se usaron en cultivos comerciales gracias a la generalización del injerto.

A partir de los años 60, gracias a la introducción de variedades desarrolladas en Estados Unidos, pero con ejemplares traídos desde China, es cuando comenzará la verdadera expansión de este cultivo en España.

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Según varias historias, se cuenta que esta fruta llegó a Persia sobre el 33 a.C. gracias a los soldados de Alejandro Magno, pero también que llegó a través de rutas comerciales que venían desde oriente. Sea como sea, el caso es que al principio, tanto los griegos como los romanos, dos pueblos que cultivaron en abundancia el melocotonero, lo llamaban fruta pérsica.

En el caso de los romanos, su denominación concreta era «malum persicum», y de ese apellido ha derivado el nombre de esta fruta en varias lenguas como: «pêssego» en portugués, «préssec» en catalán, «pesca» en italiano, «piersici» en rumano o «pêche» en francés. En castellano encontramos la palabra «albérchigo» que sigue usándose en algunas provincias andaluzas y cuyo origen está en el árabe.

No podemos olvidar por otro lado que en muchos países sudamericanos se les conoce como «duraznos». Es posible que esto se deba a la existencia de un grupo de variedades con carne mucho más dura y maduración más tardía.

Entonces… ¿de dónde viene la palabra «melocotón»?

Según nos cuenta la RAE, esta palabra proviene del latín «malum cotonium», o el «membrillo» para los romanos, puesto que éstos utilizaban el tronco de esta especie para injertar las distintas variedades de melocotonero.

Durante la Edad Media se extendió su cultivo por toda Europa, y los españoles los llevamos a América donde algunos de sus descendientes todavía permanecen allí. Aunque durante el siglo XIX ya había cultivos importantes de esta fruta, no será hasta principios del XX cuando se inicia la hibridación y selección de variedades a partir de las semillas que se usaron en cultivos comerciales gracias a la generalización del injerto.

A partir de los años 60, gracias a la introducción de variedades desarrolladas en Estados Unidos, pero con ejemplares traídos desde China, es cuando comenzará la verdadera expansión de este cultivo en España.

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